La Fórmula 1 y los límites de la moral

La Fórmula 1 y los límites de la moral

El campamento de pilotos del Circuito Internacional de Bahréin es como un oasis en el desierto. En un pabellón rodeados de palmeras, la Fórmula 1 intenta abstraerse de la convulsionada realidad política y social de Bahréin.

Neumáticos, temperatura del asfalto, estrategias de carrera. Cualquier tema ayuda a evitar el debate sobre la seguridad del polémico Gran Premio en el desierto de Sakhir.

"Nuestro deporte no tiene que ver con la política", asegura el dueño de los derechos comerciales de la categoría, el británico Bernie Ecclestone. Con esa respuesta, Ecclestone da por zanjada la discusión.

Y la mayoría de los pilotos sigue esa máxima. "No quiero mezclar el deporte con la política", declaró el piloto de Mercedes y siete veces campeón mundial Michael Schumacher. Pero quieran o no sus protagonistas, la Fórmula 1 se ha convertido en parte de la controversia política en Bahréin.

Hace un año, la carrera era suspendida poco antes de su celebración por los sangrientos disturbios que se producían en país.

Este año, pese a las fuertes críticas, la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) insistió en disputar la prueba, lo que enfureció a la oposición del país árabe, que exige de forma vehemente reformas a la casa real y la liberación de presos políticos.

La realización del Gran Premio los afecta claramente en su estrategia, porque ayuda a difundir a todo el mundo una falsa imagen de normalidad en Bahréin.

Y el presidente de la FIA, Jean Todt, tampoco se esforzó en cambiar esa imagen. "Naturalmente que hay cuestiones políticas desagradables, pero en todo el mundo es así. Además, para nosotros se trata de una cuestión deportiva", opinó el francés.

El ex campeón mundial Damon Hill, se mostró a favor de un difícil equilibro en una columna publicada en el diario británico The Guardian. "Con toda seguridad es posible condenar los actos inhumanos sin tener que colocarse a favor de una de las partes".

 Pero Todt prefiere seguir la tradición de sus antecesores. "Queremos que el deporte sigue siendo deporte y no un instrumento político", solía decir el ex jefe de la FIA Jean Marie Balestre, mientras la Fórmula 1 se paseaba en su momento por países bajo dictaduras militares como España, Argentina y Brasil. También el régimen sudafricano del apartheid fue sede la categoría reina del motor.

Hace algunos años, la Fórmula 1 se disputa en China, una potencia con un déficit en materia de derechos humanos. Y regímenes autoritarios como Malaisia y Singapur también se aprovechan del espectáculo. "No depende de nosotros tomar decisiones sobre el país o involucrarnos en la política. Eso no lo hacemos en ningún lugar", opina Ecclestone.

En la búsqueda de nuevos mercados y dinero fresco, no hay estándar moral que valga para el británico de 81 años.

En los equipos la discusión sobre el Gran Premio de Bahréin tampoco está exenta de intereses económicos. Para Ferrari y Daimler, fabricante de Mercedes, la región es un importante mercado para los autos de lujos. Y en el caso de McLaren, una sociedad de Bahréin es dueña del 50 por ciento del equipo.

Más allá de los intereses, los equipos están obligados por contrato a participar. En caso de negarse a correr, podrían recibir una dura sanción.

Debido a que los países de origen de los equipos no emitieron ninguna alerta de viaje, las escuderías tampoco tuvieron motivos oficiales para bajarse del Gran Premio. Y así se embarcaron en una nueva aventura en el convulso Golfo. El "show" debe seguir.

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